Artículos - 14 Jun 2017

¿Cuánto dura la innovación?

Nuestro nivel de consumo ha alcanzado tal velocidad, que podríamos decir que vivimos en la época de la caducidad. El concepto de innovación empezó a tomar fuerza cuando las problemáticas, locales y globales, se volvieron cada vez más agudas y apremiantes. Estos acontecimientos lograron transmitirnos el sentido de urgencia de innovar. Sin embargo, se ha producido un mal desemboque de la innovación, propiciando que su ejecución sea mucho más viable en unos mercados que en otros.

¿Por qué es esto? Hoy en día creemos que innovación es casi todo lo que represente un cambio, y no es así. iPhone mantiene su posicionamiento como una de las marcas más innovadoras lanzando modelos con mejoras mínimas, como: menor peso, mayor resolución en su cámara o una nueva app en su sistema operativo. Sin embargo, dudo que los libros de historia registren los hechos: “La población solía tomar fotos con una cámara de 1334 x 750 píxeles y un año más tarde, con una de 1920 x 1080 píxeles.” Este tipo de cambios no impactan nuestra manera de vivir o de concebir el mundo. Por eso su efecto es pasajero, al igual que su aportación. Esto es lo que Lipovetsky denomina como “el imperio de lo efímero”, productos que fueron diseñados con toda la intención de ser rápidamente perecederos, únicamente para saciar la necesidad de cambio de los consumidores.

Aún con esta falta de sustancia innovadora, nuestros sentidos son seducidos por la novedad y terminamos consumiéndolos, para cambiarlos un año más tarde por su nueva, y no tan mejorada, versión. Sistemas como las redes sociales han provocado que podamos estimular nuestros sentidos en el lugar y momento que así lo decidimos. Las redes están llenas de información sorprendente, cuando no es una foto, es una página, un artículo o un nuevo video. Estímulo, estímulo, estímulo. Nuestros cerebros están perfectamente entrenados para recibir dosis frecuentes de emoción y asombro; y las redes sociales les permiten satisfacer esta adicción haciendo scrolling hasta encontrar algo nuevo cada vez que nos sentimos aburridos o que tenemos dos minutos de tiempo libre. La información también se ha vuelto desechable. Y lo mismo sucede con los productos, nos aburrimos rápidamente, porque nos han acostumbrado a que pronto habrá una nueva mejor versión disponible.

Por otro lado, hay industrias cuyos avances son frecuentes e igualmente útiles, como los autos. La industria automotriz es un sector que constantemente se está superando con propuestas tecnológicas que mejoran el funcionamiento general, la seguridad de los pasajeros, o su comodidad. Si bien, en la misma industria, encontramos cambios más difíciles de implementar: a pesar de que el modelo de autos eléctricos fuera concebido hace varias décadas, su proceso de implementación le está tomando un par de décadas más. Esto es porque sus mejores efectos podrán verse a largo plazo, cuando compruebe que logró ayudar al bienestar y seguridad de las personas, reduciendo el número de muertes por accidentes imprudenciales o cuando haya beneficiado al sector ambientalista y de energía sustentable, reduciendo la producción de combustibles fósiles. El efecto de este tipo de innovaciones es más relevante, porque su beneficio no es individual, es decir exclusivo de su industria y usuarios, sino compartido con otros sectores directa e indirectamente relacionados. Cuando se multiplican los beneficiarios, la potencia y duración del efecto de la innovación se multiplica también.

A pesar de lo admirables que puedan ser las innovaciones más trascendentes, llevan en su ADN un componente que puede jugar en su contra: demandan el cambio de sistemas profundamente arraigados, como nuestros hábitos y valores o instituciones y estructuras culturales.

Hay grandes propuestas innovadoras listas para implementarse e incluso un mercado que las pide a gritos, pero se encuentran detenidas por su contexto. Los nuevos modelos educativos, por ejemplo, son una propuesta latente (y urgente) esperando ser implementada. Sin embargo, la cantidad de recursos materiales necesarios, los nuevos hábitos, valores y conocimientos de los administradores y docentes, así como las leyes reguladoras indispensables para que este cambio funcione óptimamente, provocan que éste sea un fenómeno sumamente complejo y lento de adoptar. Su efecto es trascendental y por tanto, trepidatorio, pues requiere remover y suplantar pilares fundamentales del modelo precedente para poder entrar en vigor. Por lo cual, su efecto se vuelve progresivo, pero trascendental. Las estrategias a seguir para que se lleve a cabo giran alrededor de un plan de transición, dosificando la magnitud del cambio para ayudar a los nuevos usuarios a reducir su nivel de resistencia, aceptando el cambio paulatinamente, el cual seguramente, a pesar de su complejidad, traerá amplios beneficios.

La innovación es una dinámica que no sigue modelos rígidos y repetitivos, por el contrario, es un proceso contextual y particular. Debemos ser lo suficientemente sensibles a ello para saber leer los códigos de conducta de los próximos usuarios, buscando entender qué tan difícil puede resultarles adoptar un nuevo producto/servicio, por cuánto tiempo lo harán antes de aburrirse y qué beneficios compartidos puede generar el producto. Poder identificar el momento en que un público meta está listo para adoptar y valorar una innovación es una de las claves fundamentales para lograr el efecto deseado: el éxito.

Escrito por: de la Riva Group

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